Una de las tendencias más urbanas y que había sido estandarte de la rebeldía hippie, se ha posesionado en las mejores pasarelas y vale su peso en oro
Todos hemos visto imágenes de los 60 y los 70 con jóvenes vistiendo prendas psicodélicas que tiñeron en sus propias casas con un sistema para pintar las camisetas utilizando amarres que bloqueaban el paso de algunos colores y dejaban pasar otros, de manera que se formaba una suerte de calidoscopio muy alegre y relajado. Este estampado casero fue tan popular que se convirtió en parte de la cultura bohemia de la época, emblema del famoso festival de música Woodstock en 1969, en donde los chicos de pelo largo y descalzos, hombres y mujeres por igual, protestaban contra toda rigidez de la sociedad e intentaban romper con las reglas establecidas usando el lema de amor y paz.
Esta técnica, sin embargo, no fue creada en esa época, ni surgió el siglo pasado. Se sabe que en India se ha utilizado tradicionalmente una técnica de tie-dye llamada Bandahani y también en la cultura japonesa es famosa la modalidad Shibori, que contrariamente a la colorida versión india, en la isla asiática se acostumbra a utilizar sólo el índigo con blanco, creando un estampado con mucho movimiento, pero más austero que los que vemos en India o en los hippies.
Lo sorprendente, sin embargo, es que el tie-dye de los 60 y los 70, siempre se había asociado y había proliferado en una población joven y bohemia, que mostraba interés y amor por las cosas hechas a mano como parte de la expresión artística. De ahí que sea sorprendente que una tendencia del siglo pasado y con un rasgo tan popular, hoy se haya encumbrado en las mejores pasarelas de la moda. Desde el 2020, con las grandes contradicciones de una sociedad dividida por el gobierno y discurso de Donald Trump, el tie-dye se había dejado ver ya en formidables marcas de moda, pero la tendencia se fue ampliando al punto en que todavía veremos estas prendas en su versión psicodélica, lo mismo que en propuestas mucho más refinadas como las de Alexander McQueen, Christian Dior, Marni, Proenza Schouler, Sportmax o Stella McCartney.
Esta nueva oleada de color se ha colado a la gama alta de la moda en lo que se conoce, en inglés, como el fenómeno trickle-up, en el que una tendencia callejera se va filtrando en la sociedad al grado de obtener tal aceptación que, en un momento dado, pierde la identidad masiva para ir trepando hacia la élite y convirtiéndose en un objeto del deseo por el cual están dispuestos a pagar gran cantidad de dinero.
En este mismo grupo se incluyen los modelos tie-dye que crean caracoles que parecen haber sido salpicados o círculos llenos de tonos que provocan un movimiento en el ojo humano para seguir la pauta del estampado. Sin embargo, también se consideran las prendas cuyo color va bajando de intensidad hasta llegar a un blanco, como los modelos de McQueen que vemos aquí y que no fueron teñidos a mano, ni utilizando químicos caseros para lograr la degradación de tonos.
Si bien la tendencia del tie-dye es muy colorida y excitante, no resulta fácil de poner ni favorecer a cualquiera. Primero, porque un impacto de color no lo resiste una persona que prefiere lo clásico y desdeña las llamaradas de fuego. Segundo, porque llevar una de estas prendas estimulará muchas conversaciones y opiniones sobre ese atuendo, lo que no todos están dispuestos a soportar, especialmente si no se tratan de halagos, sino de críticas abiertas o veladas. Por último, estarán los que no están dispuestos a desembolsar una buena cantidad de dinero para usar una prenda que no sólo pasará pronto a la historia, sino que no podrán usar mucho, ni mostrar más de una vez en el Instagram para crear euforia y varios comentarios de su audiencia. Aún así, los grandes nombres de la moda están apostando por causar impacto y ser valientes, en una etapa en donde impera la cautela, el confinamiento y la esperanza de que las vacunas vengan a ponerle un alto a la vida gris que nos ha tocado tener estos últimos meses.
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Fotografías: SHOWbit