Jean Paul Gaultier enamora la estética de Frida y se entrega a la celebración de muertos con un espíritu lleno de vida
El enfant terrible de la moda encontró su verdadero amor lejos del Sena, pero fiel a su apreciación por lo popular y mundano, sorprendió al mundo con su elección.
Todavía recuerdo, como si fuera ayer, la visita de Jean Paul Gaultier a México. Antes de asistir a su maravilloso desfile en donde declararía su pasión por nuestro país, el francés se subió a un autobús y disfruto del espectáculo de luchadores que se le había preparado para amenizarlo junto a sus selectos invitados.
La brillantez del sol, la oscuridad de nuestra piel, los gritos de tantos colores juntos, el mezcal, el tequila, el salto de un luchador y la revancha que arranca la máscara al rival, nada, ni la mismísima muerte, le parecieron estridentes, ajenos o excesivamente pintorescos. No obstante, no fue hasta llegar a La Casa Azul, el Museo Frida Kahlo, que Gaultier reconoció su propia morada. Ahí descubrió un estilo de corsé diferente al que había marcado su éxito con pechos en forma de cono, para Madonna, o bustos de cristal para contener sus perfumes. Se trataba de un soporte, una obra, un sufrimiento y un arte. En la historia narrada en esa casa el dolor tiene alas, el deseo sexual es ambivalente, la pintura es libertad y el cuerpo es sólo eso, un lugar en el que Frida Kahlo gozó y sufrió.
Como buen navegante, con camiseta a rayas desde luego, Gaultier fue dejando anclas. El día de muertos llenó su corazón y ha hecho homenaje tras homenaje a nuestra celebración en la que nos burlamos de la vida, cenamos con los que ya se fueron y bebemos por los que no alcanzaron a llegar. Sus perfumes no fueron inmunes a la Catrina, a la riqueza del altar de muertos o al sabor azucarado del pan de muerto, por lo que el diseñador mandó a hacer frascos de calaveras que viste como catrines franceses, adorna como modelos en pasarela e invitan a pecar.
La noche del jueves 22, en una velada espectacular, La Casa Azul recibió a nombre de Frida y de Gaultier, a dos grupos de invitados: los vivos, que disfrutaron de una espléndida cena mexicana, a la luz de las velas, con floreros repollados de cempasúchil y pequeñas cabezas en papel maché de Frida sonriente, asomándose para acompañarlos desde el cielo de los artistas. Mientras los asistentes comían con la incomodidad del cubre bocas, Astrid Hadad, con trajes que danzan por sí mismos, deleitó con sus canciones y remató la noche con la obra El venado herido incrustada en su vestido.
Pero los muertos también tuvieron su festín. En colaboración con Gaultier, Lourdes Báez y Grisell Villasana, el equipo de museografía del Museo Frida Kahlo, AP 70, la Universidad La Salle y los artistas tradicionales de Guanajuato, así como el taller de alfarería tradicional de Gorky González, el de vidrio soplado de Guajuye, el de cartonería de Mauricio Hernández Colmenero, la familia de alfeñiqueros Barreto Tomé y Farolas de San Miguel, entre otros, se configuró una paráfrasis de la obra La Mesa Herida (1940) con una ofrenda titulada La Mesa Restaurada: Memoria y Reencuentro. En esta espectacular mesa mostrando el trabajo artesanal exquisito del Estado de Guanajuato, uno de los más golpeados por la violencia en la actualidad, Frida es la anfitriona y sus invitados son artistas entrañables fallecidos en distintas pandemias: Tiziano, Klimt, Schiele, Münch, O´Kleeffe, Haring, Apollinaier, Nuréyev, Chopin, Moliere, Cezanne, Sor Juana y el último de ellos en dejarnos, Manuel Felguérez, quien partió el 8 de junio, a causa del coronavirus.
El romance entre Kahlo y Gaultier lleva décadas al rojo vivo. En 1998, de hecho, el diseñador hizo una colección inspirado en la artista mexicana, retomando diversas facetas de su personalidad y vida. Como parte de la colaboración y celebración de muertos, Gaultier y su empresa de perfumes Puig, han prestado, generosamente, dos looks de ese desfile icónico, para el deleite de los amantes de la moda. El primero, un atuendo completamente en negro, cuyo punto focal es el impresionante corsé de numerosas hebillas que envuelve en un halo hermoso el dolor y la discapacidad de Kahlo. El otro, es un outfit de camisa blanca con corbata negra y traje de saco tipo masculino y falda amplia en color lila, una síntesis de la dualidad sexual y estética de la pintora.
Vibrar con Frida es deleitarse con nuestras costumbres, de ahí que JPG Loves Mexico fuera el título de la ofrenda que realizó Gaultier en el Museo Anahuacalli el año pasado, en esta misma época y con igual intención de celebrar a los muertos con los vivos en nombre de sus fragancias. “La muerte es tan magnífica”, decía Kahlo, “porque no existe, porque sólo muere aquel que no vivió”. Gaultier coincide con esa filosofía. Cuánta razón tenía Frida y cómo seguimos celebrando su vida, su arte y su capacidad de seducir aún cuando su doloroso cuerpo se rindió liberando su alma ya hace muchos años.
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Fotografías: cortesía de la marca.